FIESTA DE LOS POCITOS EN MISANTLA.
Escribió: Dr. Vicente Mota Orduña.
En el recuerdo permanece esa bonita tradición de Misantla . Es grato recordar mi época de chamaco allá en mi barrio de Nacaquinia. Desde muy temprana hora se escuchaba la música a través de un sonido que el comité pro festejos, colocaba muy cerca de ese legendario nacimiento de agua. En la voz de Pedro Infante, el “Pocito de Nacaquinia manantial de los sedientos, donde los enamorados se adivinan pensamientos” se dejaba escuchar a través de los altoparlantes.
Uno, en ese entonces, con la ilusión de niño metida en el alma, se levantaba muy temprano para corretear por la calle empedrada, e iba de aquí para allá –con el corazón latiendo a toda prisa- escudriñando los rincones y contagiándose de la alegría.
Disfrutaba de ver la colocación de los adornos que colgaban de un hilo y atravesaban la calle. El cálido viento de mayo hacía que ondearan, alegres y multicolores. Las ramas de palmera que se colocaban a ambos lados de las calles Obregón, Morelos y Carranza, se balanceaban al ritmo de la cumbia o los boleros.
Desde unos días antes, íbamos de mirones a la Escuela Manlio Fabio Altamirano, a presenciar el rito la de la colocación del palo que, el mero día 3 de mayo, sería usado por los voladores de Papantla. Cuanto interés me generaba el hecho de ver enterrar una gallina negra en el hoyo donde se enterraba el palo. Por supuesto que también estuvimos en más de una ocasión en el entierro del palo encebado. Era mucha la expectación que generaba en nosotros, los chiquillos, el vuelo de los papantecos.
A mí, me daban la impresión de ser pájaros gigantes surcando el firmamento, mientras uno de ellos danzaba en las alturas tocando su flauta y el pandero, para volar después, majestuoso como el águila.
Cuanto jolgorio se armaba por la enjundia que le imprimían los aspirantes para treparle al palo encebado.
Finalmente –todos llenos de cebo y fatigados por el esfuerzo- se salían con la suya y conseguían bajar los regalos: los zapatos, el sombrero, el cinturón, la despensa, o cualquier otra cosa que les ponían allá arriba, colgados del palo.
El torneo de cintas era otro juego que no faltaba.
En el entarimado, ya en el acto central del festejo, no podían faltar los artistas. Que tardes aquellas cuando actuaban, los Panchos, los Martínez Gil, Lupe y Raúl, y Ramón Gaona, entre otros.
Hoy, será diferente, hay que guardar distancias y evitar las aglomeraciones de gente, usar el cubrebocas y extremar cuidados, quizá todo se limite a la música por los altoparlantes y adornar el pocito, pero en el ánimo de los misantecos, permanecerá no obstante en los corazones de todos y cada uno de los paisanos, orgullosos de nuestras raíces, el gusto por nuestras tradiciones. Porque sin duda, la leyenda del pocito de Nacaquinia es una de las cartas fuertes de nuestra cultura.
Una historia de amor muy bella conocida a nivel nacional por mucha gente que ha visitado el terruño. No por nada, la letra de la canción de los Martínez Gil, pocito de Nacaquinia la dio a conocer Pedro Infante en la película “Tizoc”. Cualquiera que toma el agua de ese manantial, algún día regresará para quedarse.
Qué bonito es revivir aquellos tiempos en que cada barrio tenía su fiesta y uno podía ir al escalan, al totomoxtle, al plan de la Victoria, al Zotuco, y a Nacaquinia, y disfrutar de esa tradición. Dios bendiga a Misantla y Dios permita que pronto todo vuelva a la normalidad.
Oremos porque así sea.
Hermosísima leyenda, la del famoso pocito,
Es de amor muy bella prenda, un cuento muy exquisito,
A nuestra historia refrenda, tiene un encanto infinito.
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