MISANTLA EN LOS AÑOS 30s y 40s.
Por el año de 1937 en que se escribieron las líneas a que nos referiremos , viajar de Martínez de la Torre a Misantla, era todo un reto dadas las condiciones del camino de aquella época, caminos donde imperaba el lodo en medio de una exuberante vegetación, eran vía muy deplorables por ello para un viajero como el hondureño Porfirio Hernández, (FIgaro) autor del libro” Veredas Cumbres y Barrancas edición 1947 “ de donde tomamos textualmente su relato quien nos describe aquellos caminos con verdadera emoción cuya obra quizá sea desconocida en México pero que tiene un inmenso valor literario. Porfirio, fue asiduo viajero, amante de la naturaleza de la que dejó constancia.
He aquí un pequeño fragmento de su obra en las que nos describe su viaje de Martínez de la Torre a Misantla y nos habla de la vida apacible de la ciudad en aquellos lejanos años. Una verdadera joya.
Don Porfirio Hernández nos transporta a una Misantla, hermosa, autentica, la describe de una manera maravillosa, recordándonos que toda etapa anterior fue hermosa, así conocimos a través de las letras la nostálgica Misantla de aquellos años.
“ Todo el día caminando sin encontrar un solo viajero. Esto muestra la poca densidad de la población en aquellas soledades. Hacia el anochecer y cuando ya las bestias están cansadas, caemos en Misantla, como llovidos del cielo. Las casitas dan una impresión de frescura tropical. Arriba los zopilotes descansan en postura meditativa sobre el ángulo del tejado. En la plaza, ese par de araucarias que nunca faltan en las poblaciones veracruzanas. Un radio canta la indecente canción “Ya no soplas”. Los habitantes nos ven casi con asombro. ¿En dónde está el Hotel? Allí y nos señalan un edificio de dos pisos que se destaca a un lado del Palacio Municipal. El solo aspecto de aquella población, en donde hemos de permanecer cuatro días es ya una promesa de tranquilidad y de descanso. Salvo el radio, no hay en Misantla ninguno de los ruidos molestos de la civilización mecánica. No hay mendigos. No se conoce allí el automóvil ni mucho menos ese destructor de bosques que se llama ferrocarril. Pero baja el avión los miércoles de cada semana y los sábados para traer, como quien dice, un eco del mundo exterior. La llegada de este aparato y las notas roncas del radio son lo único que sacude esta paz virgiliana. El resto pertenece a los pájaros, que revolotean en el aire y los cohetes que se alzan, tronadores, en un día de fiesta.
Como todas las ciudades situadas al pie de la sierra, Misantla cuenta con magnificas aguas. Su clima no es desesperantemente cálido como en la costa y goza de todas las ventajas de la tierra baja ( cuatrocientos metros sobre el nivel del mar). De lo alto de la montaña bajan varios ríos y sus aguas son como un bálsamo para el cuerpo cansado por del viaje. No es el agua fría de la altura que constipa y que ha creado la mala costumbre de no bañarnos, sino el agua fresca, de la que no quisiéramos salir nunca. Sus alrededores están sembrados de de toda clase de frutas y cereales,café, yuca, naranjas. Una fruta nueva que desconocíamos: el escalán. Es semejante al aguacate , pero tiene un sabor dulce. El concierto de montañas que rodea a Misantla es algo impresionante. Comprendemos que aquel valle, que participa de todo, meseta, hondonada etc. se formó como casi todos los de México, en medio de una catástrofe geológica. Los cerros tienen formas exageradas que recuerdan la sierra de Pachuca. Las montañas están retorcidas, inclinadas como si hubieran querido echarse unas encima de otras, y más lejos a la derecha siempre viéndonos como para no perdernos un instante el Cofre de Perote.
Misantla es una ciudad veracruzanisima por sus costumbres. El pueblo no está aún corrompido por los refinamientos de la civilización y guarda mucho de la hospitalidad antigua mexicana. Su gente es viva, franca, inteligente. Como todas las poblaciones de esta entidad se lee mucho. Es raro encontrar un lugar de Veracruz donde no se lean los periódicos de la capital y Misantla no escapa a la regla.
Se reciben aquí con el retraso inevitable, todos los grandes diarios y revistas. La luz eléctrica, que tampoco falta nunca en los pueblos veracruzanos, es una poderosa ayuda. Nada más triste que esos lugares de la provincia en donde la caída de la noche marca el fin de las actividades del día, porque todo mundo se acuesta como las gallinas. En Misantla hemos vuelto a recordar lo que es el chocolate, que saboreamos como si se tratara de algo nuevo. Los tamales …el café.”
Bibliografía: “Veredas Cumbres y Barrancas.” Porfirio Hernández (Fígaro) 1947
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