FIESTA PATRIA. ( En Misantla
- El Misantla de los años 30s y 40s
El libro “Veredas, Cumbres y Barrancas” del hondureño Porfirio Hernández es una joya de la historia de los años 30s y 40s de México, relatos que nos transportan en el tiempo de un México que ya se fue. A continuación un fragmento de su visita a Misantla en aquellas épocas.
“La tarde el 15de septiembre nos hallamos tendidos boca arriba sobre la yerba que cubre el campo de aviación. ( De Misantla). Tarde suave y perfumada. Por el cielo desfilan en formación regular centenares de pájaros marinos que van en busca de un refugio donde pasar la noche. Primero no son más que un punto en el horizonte. Luego se hacen más visibles y luego de cinco minutos ya están lejos perdiéndose en el horizonte, del lado del Atlántico. Un jovencito, de oficio barbero se ha unido a nosotros. Es un muchacho muy listo y muy parlachín. Tiene deseos de comunicarse con los visitantes, no obstante de que no conoce la capital y que nunca ha salido de aquí, habla con cierta desenvoltura de las cosas de México. Cita nombres de escritores, da su opinión del licenciado Vasconcelos. Se declara izquierdista y no podemos menos que comprenderlo. Pues ¿ qué otra cosa podría ser un muchacho humilde como él ? deseoso de tomar su puesto en la sociedad.”
“El parque está animado y en los postes se ven banderolas de colores. Se inicia la vuelta de molino de noria que tanto caracteriza a nuestras pequeñas ciudades. Una Banda rústica toca sones nacionales. A las 11, el gentío se ha apiñado frente al Palacio Municipal en donde aparece el alcalde, que lee con voz indecisa el acta de Independencia. Nos llama la atención ciertas declaraciones muy conocidas de esta acta: “El Congreso de Anáhuac legítimamente instalado en la ciudad de Chilpancingo de la América Septentrional, por las provincias de ella, declara solemnemente del señor Dios, arbitro moderador y autor de la sociedad que nos da y los quita según los designios inescrutables de su Providencia…Y luego “que no profesa ni reconoce otra religión, más que la católica, ni permitirá ni tolerara…” ¡Reaccionarios! Exclamo yo para mí. ¿Qué dirían los señores representantes de la Cámara si oyeran esto en un pueblo de Veracruz?
EL Presidente Municipal termina la lectura; después grita ¡Mexicanos, viva México! ¡Viva nuestra independencia nacional ¡”
Aplausos, vivas. La concurrencia va retirándose poco a poco, en la Plaza se hace el vacío. Llueve, contemplo las gotas que caen y aspiro el perfume que me llega del campo en el silencio de aquella noche tibia y perfumada. Un pajarillo que vuela perseguido sin duda por alguna ave nocturna penetra a mi cuarto por la ventana y comienza a aletear golpeando contra las paredes. Los que residen contra su voluntad en estos lugares podrán odiar la provincia pero yo la encuentro admirable y me parece que he vivido más en una noche como ésta que en muchos años.
Ahora ha cesado la lluvia y Misantla parece una ciudad muerta, bajo la luz de los focos eléctricos. Es de noche. Ahora cantan mejor las fuentes brotantes. Y mi alma es también una fuente brotante, dice Nietzsche, el loco sublime, reaccionario y anticristiano.
Don Manuel Sesma, boticario y hombre importante nos hace una visita al día siguiente. No tengo el gusto de conocer a ustedes-dice- pero aquí me tienen a sus órdenes para lo que se les ofrezca. Nos lleva a ver su fábrica de vinos regionales y de esencias. Es un pequeño industrial, nos habla de su triunfos y de sus fracasos, no hay ayuda-replica- No se nos ayuda, vea usted, aquí están estos productos y no encuentro manera de venderlos. Don Manuel es además inventor de un especifico que se llama “Matatuza” y deseamos mejor que se llamase “matalíderes”. Comprendemos que las tuzas deben ser la plaga de Misantla pero comprendemos también el fracaso del negocio. La provincia es así, nos faltan “vías de comunicación” dice con tristeza.
-¿Y para qué. Le pregunto- Si alguna cosa me parece encantadora en esta ciudad es no ver un sólo automóvil, este es un lugar prueba de turistas. El día que llegue la locomotora o sienta el olor a gasolina, perderá su felicidad.
Pero Don Manuel no comprende estas cosas. Don Manuel es un hombre de acción, no es contemplativo.”
Este es parte del relato del libro del viajero hondureño que con su prosa, nos transporta a aquellas épocas llenas de añoranzas, Misantla desde siempre ha cautivado a los viajeros.
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