BODAS TOTONACAS EN MISANTLA, SIGLO XIX.
Al finalizar el siglo XIX y según nos refiere Doña Estefanía Salas en notas que se publicaron en la ciudad de Hamburgo, Alemania atribuidas a Hermann Strebe en el año de 1884 y que decían que en el entonces Cantón de Misantla de aquella época los jóvenes que tenían trece o catorce años, sus padres observaban un riguroso ritual de boda para poder casarlos.
Los padres de aquellos muchachos, se acercaban a quien en esa época hacían la función “pedidores de novias” que era por lo regular un anciano de la comunidad quienes de acuerdo a las tradiciones y costumbres, acudían a la casa de la “novia” para entrevistarse con el padre de la mujer y que con un ensayado y bien memorizado discurso iniciaban una negociación que podría tener resultados inmediatos o mediatos para una boda
La mujer por lo regular no alcanzaba los quince años lo cual era común en una época en que los futuros esposos se casaban muy jóvenes, algo muy normal según las costumbres.
Los padres de la novia ponían un plazo para la boda, tiempo en que el novio podía visitar en su casa a los padres de la novia cada domingo pero sin hablar con la futura desposada que estaba atenta a todo el ceremonial desde algún rincón de la vivienda costumbre arraigada de la época, para esto el novio como una atención, llevaba leña, maíz o bien carne y cuando había alguna festejo en especial se le permitía al futuro esposo entregara algunas monedas.
Asimismo se acostumbraba por parte de los padres del novio que en algunos domingos y como una manera de agradecimiento llevaban a la casa de la futura esposa, tamales pero cuidando que el hijo comiera los que ex profesamente llevaban para él.
Algo que llamaba la atención era que el novio en las vigas de la vivienda, señalaba con una especie “carboncito” el número de regalos obsequiados ya que si por alguna razón la boda no se concretaba, los padres de la novia tenían que regresar puntualmente los regalos al novio.
Pasado el año, nuevamente el “pedidor” cumplía con su papel y acompañando al novio se presentaban en casa de la novia que obviamente eran acompañados por sus padres para la ceremonia de intercambio de anillos que formalizaba la unión que debería de llevarse a cabo en un plazo no mayor a seis meses.
Para que en la ceremonia de los anillos, todo marchara bien los padres de la novia buscaban un “recitador de discursos” para de alguna manera agradecer tan fausto acontecimiento y posteriormente ofrecían una comida donde abundaban los tamales y los vasos de aguardiente para los repetidos brindis que eran abundantes.
Posteriormente la ceremonia se llevaba a cabo en la iglesia de la localidad no sin antes faltar los discursos de la parentela hacia los novios antes de partir a la Iglesia haciéndolas un sinfín de recomendaciones y consejos que se repetía al final de la ceremonia religiosa donde eran esperados con velas encendidas y nuevamente los consejos.
Después todos a la fiesta, donde abundaban los tamales y el aguardiente que eran el sinónimo de los festejos.
Así eran las bodas en el Totonacapan en el siglo XIX.
Fuente bibliográfica: Relación de Misantla. Revisión y Notas de David Ramírez Lavoignet. 1962
Antrop. Isabel Kelly.
Una respuesta
Migue, así es mi estimado Cronista y amigo, me llama la atención la similitud de las costumbres totonacas del siglo XIX con las de los indígenas chiapanecos, guardando las debidas proporciones pero finalmente compartimos mucha cultura con aquellos pueblos…una pequeña cápsula de nuestros costumbres, afectuoso saludo